ENSAYO DE LA IDENTIDAD, ciudad Juárez 2005-2020
El acto de extrañar
Extrañar. Estar alejado del que te habita.
Comencé a documentar los espacios y objetos personales de mujeres desaparecidas en 2005, a partir de los reportes de desaparición encontrados en las calles del centro de Ciudad Juárez. Se trataba de papeles mal copiados, con sus nombres, características físicas y una foto. Cada vez que las miraba, enmudecía hasta el alma. Desde ese momento, no he dejado de sentir ese vacío.
Los primeros casos de mujeres que documenté, curiosamente, tenían mi edad. Visitar sus habitaciones me hacía recordar a mí misma hace algunos años. Las madres me miraban largo rato y me hablaban de sus hijas como si fuera una vieja amiga. Yo intentaba construir una imagen, reincorporar recuerdos para conocerlas.
Me mostraban fotos, ropa y, en algunas ocasiones, podía percibir el olor en alguna prenda. Nunca había visto tanto dolor en una persona: como si el extrañar a sus hijas desdoblara el presente en pasado, una y otra vez, como única manera de retener el amor.
Hasta el momento, sigo documentando todo lo que se produce en torno a la desaparición de mujeres en Ciudad Juárez. El lugar se ha convertido en un mapa personal, trazado de posibles trayectos de todas ellas. Las imagino caminando por ahí: no dejo de buscar en las persona rasgos o rostros de algunas de las jóvenes que no han podido volver a sus casas. Siempre pienso dónde podrían estar.
Quisiera decir “lo siento profundamente”. Repetirlo tantas veces casi como una plegaria para que la tristeza se vaya, pero sé que no sucederá nada. Así que sólo encuentro esta manera de acompañar a las mujeres que compartieron conmigo los últimos recuerdos de sus hijas. Quisiera decirles que he aprendido a extrañar con ellas, que desde hace tiempo me siento incompleta, que me han hecho entender lo que es amar en la profundidad de la memoria. Y que ya no pienso en la palabra “muerte” porque supe que el extrañar, cuando se ama, es mucho más eterno que morir.
Mayra Martell